«Una mujer que se corta el pelo está a punto de cambiar su vida» Lo decía Coco Chanel pero, no sé qué pensará de mi caso. En los últimos dos meses, me lo he cortado tres veces.
Ando buscándome, pero no sé si me he encontrado aún. El caso es que, hace unos meses pasó algo y sentí cómo me rompía por dentro.
No voy a culpar ni agradecer a nadie. El caso es que caí en una profunda tristeza con brotes de crisis de pánico que me hacían (y hacen) evitar el contacto con persona y decidir no salir de casa.
Ha sido (y es) duro porque, al recoger los propios pedazos de mi historia personal para entender qué me había llevado a esta crisis existencial. Me di cuenta de que no sabía quién era.
La bola de la vida nos empuja en una rueda difícil de salir. Seguir, seguir, seguir. Rápido, rápido, rápido. No es suficiente, tienes que hacerlo mejor y, mientras te centras en tu diálogo interior no sientes cómo se acelera el corazón, el cuerpo se enferma, las cervicales se contraen y, en esta vorágine te olvidas de que no eres tus pensamientos pero ¿Quién eres?
¿Qué hubiera sido de esa niña que pasaba horas con sus muñecas inventando historias con protagonistas vestidas para la ocasión si hubiese seguido haciendo lo que le gustaba?
En esa, pregunta me quedé un tiempo. Tratamiento, amor de mi familia y dos terapeutas. El camino parecía largo para salir de mi pozo y, me daba igual. La depresión me había robado el entusiasmo.
Un día, mi hijo me pidió mis barbies para jugar. Le encanta vestirlas y combinarles la ropa. Entonces, le dije que fuésemos a casa de la abuela para que nos diera telas porque, de los retales yo le hacía ropita con nudos.
Le hice un vestido precioso y algo tronó dentro de mí. Lo llaman conectar con la niña interior ¿no? Me trasladé al patio de mi casa hace 34 años creando historias con cuatro chismes y 7 trozos de tela. Era feliz sin más. Me pasaba las horas ahí haciendo lo que me gustaba, sin esperar resultados ni juicios ni aplausos. Solo disfrutaba.
En el viaje a mi niñez repasé otros episodios de «tú para peluquera no vales» «esto no vas a poderlo hacer tú»…
Y bueno, supongo que hice lo que había que hacer según los valores que se me estaban inculcando y era lo correcto para la época.
Pero entonces ¿Qué hubiera sido de esa niña que pasaba horas con sus muñecas inventando historias con protagonistas vestidas para la ocasión si hubiese seguido haciendo lo que le gustaba?
Y lo tuve, claro, mi punto de partida empieza ahí. Y comencé lo que yo misma he llamado «deconstrucción de Reglitamari».
Sí, como esos platos de moda de alta cocina. Empezar por el principio y mostrar el plato en otro orden y con todos los ingredientes. Según la mezcla, el resultado es uno u otro.
Está siendo difícil, porque hay capítulos que duelen, decisiones que tienes que tomar y que no solo me afectan a mí, fantasmas que hay que afrontar que tenías aparcados dentro de un armario con llave y en definitiva, quedarme desnuda de alma para decir: bien, de lo que he aprendido y vivido, con qué quiero quedarme: esto, esto y esto. Los otros «estos» que no sirven apártalos.
Y es duro. Piénsame entre líneas que seguro que lo entenderás.
El caso es que, ser la chica correcta que hace lo que se espera te catapulta a una vida que no es cierta. En mi caso, construí un escenario creado para que todo sea bonito y donde el bien común siempre prevalezca. Todo mentira. Tuvo que llegar alguien a darle una patada sin consideración alguna. Se rompió mi mundo, me rompí yo y se me abrieron los ojos.
Y bueno, en esta deconstrucción y crisis existencial en la que todavía ando, me di cuenta de que quiero priorizar cosas que me gustan y, escribir es una de ellas. Por eso quiero compartir contigo este blog.
No espero grandes masas de lectores, la fase del ego la pasé a «cosas que ni sirven ni aportan». Lo hago por mí, porque la mejor forma de saber qué siento es escribiéndolo y, si sirve solo a una persona, me hace feliz. Porque aún sigo pensando que nos seguimos necesitando entre nosotros y que compartir es vivir.
Bienvenid@ a este rincón íntimo de mi vida. Te invito a quedarte, o a ir y venir cuando te apetezca.
Yo por mi parte, después de la deconstrucción, he comenzado a construir y, ser capaz de traducir mis emociones en palabras son el mejor cemento que conozco para seguir evolucionando como persona.
Nos leemos pronto. O no.